LA "ILUSIÓN NORMATIVA" ELECTORAL

Too much law will kill you 
                                                                                                              
Nunca, o casi nunca, si de leyes hablamos, cantidad es calidad. Demasiada cantidad puede llevar a que las leyes esenciales queden ocultas por una maraña de leyes “menores” que dificultan enormemente la  actuación de quienes deben aplicarlas, por un lado, y de quienes deben someterse a ellas, por el otro. Es entonces que surgen nuevos problemas que se suman a aquellos que intentaban solucionarse. Y cuando las normas en cuestión refieren a la regulación de un sistema institucional complejo, esencial en y para las democracias, como es el régimen electoral en su conjunto, con todo lo que ello implica, los problemas se transforman en "enfermedades crónicas" que van debilitando la salud de ese sistema.

 Eso ocurre, en cierta forma, con el sistema electoral santafesino. y no siempre por la propia enfermedad, sino por errores en el diagnóstico. Es que rara vez se ataca la causa y se hace foco en las consecuencias, lo que a nivel legislativo, claro está, produce mayores réditos.

Esta especie de "ilusión normativa" (O. Sammartino, aquí) produce una gratificación transitoria debido a la percepción de que la sanción de determinadas normas apuntan eficientemente a solucionar determinados temas. No importa tanto el contenido (sustancia), sino que se dicte la ley (forma). A veces, el problema no existe, y a veces esta intencionalmente sobredimensionado por quienes tienen interés en la sanción de esas normas.

 El sistema electoral santafesino ha tenido interesantes avances cualitativos en los últimos años, a partir de la implementación de la Boleta Única papel por categorías y la asignación de espacios publicitarios, por ejemplo, que lograron significativa relevancia en orden a transparentar el procedimiento de votación y la asignación de recursos del Estado, entre otros.

Más allá de esta cuestión, que es importante, pero que es solo parte de una estructura mayor, mas compleja e interconectada, el sistema electoral, en Santa Fe estamos siempre emparchando las ruedas de un carro. Las normas electorales, en nuestra provincia, y al contrario de lo que sostienen empecinadamente el Tribunal Electoral y la Corte provincial, reemplazan sin derogar, cambian sin cambiar mecanismos anacrónicos e inaplicables en la actualidad, que sin embargo sobreviven en normas aún vigentes, o casi.

 Hay institutos o materias electorales tratados por dos o más leyes, hay leyes que no se aplican, las hay que se aplican estando derogadas, leyes que se derogan sin haberse aplicado, etc., Mientras tanto, no se modifican las leyes que sí deben ser modificadas, y hasta hay proyectos de ley que pretenden modificar algunas leyes ya derogadas. En serio. No es broma.

 Y ese es uno de los problemas. A veces, cuando el legislador pretende legislar sobre temas que no conoce en detalle, o que conoce solo desde el lado de la política, sin asesoramiento, con mucho de voluntarismo y marketing, pasan estas cosas. Se legisla parcial o sesgadamente, sin tener en cuenta todo el "universo electoral". Otro problema es que, como dijimos, si lo que se busca mejorar es un sistema complejo, con procesos diferenciados pero concatenados e interdependientes, no podemos hacer cambios solo en uno o algunos de ellos, sino que debemos mejorar el sistema considerándolo en su conjunto y no como una serie de mecanismos autónomos y autosuficientes.

Finalmente, y por ello sostengo la necesidad perentoria de una reforma constitucional, es necesario reformular, a través de normas mas modernas, equilibradas, solidarias y democráticas, las formas de reparto del poder diseñado por la Constitución del 62. Y creo que este, puntualmente, es uno de los motivos, sino “el” motivo, por el cual esa reforma aún no se llevó a cabo.

En el mientras tanto, podemos hacer lo que podemos. Esto es, mejorar estructuralmente el sistema a través de normas que regulen la temática electoral sin ofender al texto constitucional, al menos mientras no haya reforma, reglamentando, en lo que corresponda, sus institutos “razonablemente”, en cuanto ella lo permita.

Y la mejor manera de hacerlo, en mi opinión, es a través de la compilación, actualización, sinceramiento, mejoramiento y sistematización de las normas electorales existentes. En síntesis, un Código Electoral santafesino, que unifique criterios, que salve los escollos reglamentarios que hoy tienen las leyes electorales para aplicarse, y que en un solo cuerpo legal normatice, no solo el proceso electoral propiamente dicho, sino también todo aquello que lo motoriza y le da sentido y contenido: los partidos políticos, las campañas, financiamiento, sanciones, el rol del Estado, de los ciudadanos como partícipes necesarios de ese proceso, en su triple rol de electores, elegidos y garantes del sistema, y también a los organismos encargados del control y dirección de los procesos electorales y de la actividad de los partidos políticos (en tanto asociaciones con personalidad jurídico-política), dotándolos de independencia funcional y financiera, con las competencias necesarias y con una jurisdicción que posibilite el debido proceso electoral, expedito y neutral/imparcial.

No se puede continuar legislando coyunturalmente, desconociendo la esencialidad de las normas que deben fijar las reglas del sistema electoral y de su procedimiento, creyendo que, como dijo irónicamente Ortega y Gasset, se trata solo de un “mísero detalle técnico”.

  En definitiva, si  Santa Fe  quiere  ser la provincia más progresista y de vanguardia en materia electoral e institucional, sentemos las bases: una reforma constitucional y un Código Electoral. Ello les evitaría avergonzar (o continuar avergonzando) a nuestra Constitución y a nuestras instituciones.

  
   

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